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Mónica García

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El amor...

Daniel Fernández

Daniel Fernández
... Más imposible del mundo

lunes, 17 de junio de 2013

Capítulo 23 El paso del tiempo.

Recuerdo aquellos días con una sensación turbia, confusa. Con una mezcla de tristeza, de incertidumbre. Pasaron tantas cosas en tan pocos meses. Conocí a mi ídolo, lo salvé, fue el amor de mi vida, viví, soñé, le perdí durante dos meses, dos meses que los pasó enlazados a máquinas, aferrándose a la vida por culpa de una loca que le disparó. Recuerdo haber llorado tanto, recuerdo haber vivido bajo una sombra oscura que me rodeaba, que me mareaba, que no me dejaba vivir. Esa pequeña esperanza aparecía y desaparecía cuando le venía en gana. Un día, el cielo se abrió y todo volvió a ser de color rosa. Dani despertó, y mi felicidad brotó como una raíz que avanza apresuradamente por la tierra. Mi tierra era su corazón latiendo otra vez, era su risa, su voz sonando de nuevo. Eso me daba vida. Estaba bien, pasaban los días. Y pasaban junto a Andrea y Javier, mis dos compañeros de lágrimas, de penas y alegrías. Andrea, la recuerdo con mucho cariño. Pasamos momentos tan... únicos. Me demostró ser una amiga, estábamos mal y nos ayudábamos. Cuando una goma Milán nos borraba la sonrisa, cada una nos las dibujábamos en la boca. Siempre estuvo allí para apoyarme. Desapareció de repente, rota de desesperanza. Volvió meses después cuando Dani despertó. Y Javier, qué decir de él. Descubrí una faceta distinta a aquel humorista con máscara de una sonrisa imborrable. Se borró al ver a su compañero aferrarse a los pequeños escollos de vida que le quedaban. Derramamos tantas lágrimas, tanta energía compartida, tanto cariño hacia una misma persona.
Pasaban los días, Dani se iba recuperando. Nuestro amor crecía. Los días avanzaban como pequeños destellos de luz en el universo. Pasaban, eran tan únicos, pero insignificantes después de todo. Tan sólo 24 horas bien usadas, y al día siguiente igual. Mis días se basaban en volver del instituto, estudiar en el hospital, cuidar de Dani, hacer locuras con Andrea, fangirlear con Javier. Alguna noche en discotecas, invitadas VIP. Mi vida cambió de repente. La foto del periódico se publicó, me hice conocida. Los titulares hacia los periodistas sobre el estado de Dani y nuestra pareja se hacían diarios. Portadas de periódicos cada día. Me convertí en una chica conocida y popular en pocos meses. Mi vida en clase era una locura. Saqué mi curso y decidí pasar a la rama científica. El hospital me había abierto los ojos y me dí cuenta que ese era mi sueño.
Mi madre sabía más de mí por la prensa que por mis llamadas, me prometió que en navidad vendría a verme. Cogería el primer vuelo a Madrid y pasaría la navidad con su hija.
Y mi padre... bueno ese hombre no apareció más que un día y para pedir dinero. Le cerré la puerta en las narices. Aparecía de repente, después de meses sin dar señales de vida, después de haberme abandonado a mi suerte. Aparecía y no para preguntar cómo estaba o cómo estaba Dani, sino para pedirme dinero. Ahora que las cosas me iban bien.
Le he borrado de mi vida, un hombre menos en mi árbol genealógico. Aunque ya se había sumado uno, y uno muy importante. ¿Sabéis esa sensación de que lo tienes todo tan sólo a su lado? Eso sentía con Dani. Me hacía feliz, tremendamente feliz. Me mataba y me revivía con cada uno de sus besos, de sus caricias, de sus miradas, de sus te quiero. Empecé a vivir mi vida de pleno, era feliz. Y más lo fui cuando a las pocas semanas le dieron el alta. Recuerdo haber salido corriendo junto a Andrea de la habitación y hacer el avión con los brazos, correr por los pasillos y reír, reír a carcajadas. El hospital se llenó de felicidad. Agradecimos mucho todo el trato recibido por parte de todo el equipo de médicos. Cientos de globos ascendían al cielo desde las habitaciones de los enfermos, todos se habían unido tanto con nosotros. Observábamos emocionados el espectáculo desde la puerta del 12 de Octubre. Me gustaba ver a Dani desde fuera, ya no estaba dentro. Lo celebramos en un restaurante de lujo, lleno de celebridades de la televisión acompañándonos en esa velada de felicidad mutua, llena de amigos de Dani, de antiguos compañeros. Mucha gente conocida, muchos cámaras, periodistas, nos acompañaban para sacar alguna exclusiva más. Pero la exclusiva la tenían delante de sus ojos. Dani y yo. Fuimos el centro de atención durante toda la noche. El recuerdo de aquella cena lo tengo grabado en la mente como si fuera ayer, fue unos de los días más felices de mi vida. Yo llevaba un vestido que me cubría un poco más de las rodillas, pero dejaba ver mis piernas. Era rosado, más bien salmón. Se unía al cuello por un lazo del mismo color y dejaba descubiertos mis hombros. Las mangas caían de mis brazos, dándole un toque clásico y elegante. También recuerdo los tacones que llevaba, eran preciosos, perfectos para mí. Eran rosados, haciendo juego con el vestido y en su punta tenían pequeños diamantes engarzados. En el tacón, cubría un encaje negro y dejaba libre mis pies, dándoles una comodidad máxima. También llevaba accesorios, dos pulseras, una en cada brazo. De plata, eran preciosas. Y un collar de cristal que enamoraba. La verdad que me sentía una princesa, la compañía de Dani lo mejoraba aún más. El vestía traje de chaqueta y en su mano aún llevaba un vendaje por los incontables tubos de sueros y medicamentos que le pusieron en el hospital. Recuerdo los flashes de las cámaras de los periodistas, sus llamadas. Nuestras miradas. Sonreía, sonreía mucho. Y era una sonrisa pura, verdadera, porque me hacía muy feliz que después de tanto tiempo, le pudiera ver de pie a mi lado, sentir que le había recuperado y que estaba bien de nuevo. Esa era la sensación más bonita del mundo, os lo aseguro.

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Mónica (Capítulo 5)

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<<¿Porqué a él...? ¿Porqué...?>>

Andrea ^^

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